Iglesia de Santa Ana. Ex convento de carmelitas descalzas
l margen de su condición de monje jerónimo, fray Diego de Yepes profesó un gran aprecio por la Orden del Carmelo descalzo. Atendió como confesor a Santa Teresa de Jesús a la que prometió que erigiría un cenobio de su religión. Por ello, la primera acción que fray Diego llevó a cabo como obispo de Tarazona (1599-1613) fue poner en marcha la fundación de una clausura carmelitana en la ciudad del Queiles.
Siete monjas se trasladaron desde diferentes conventos de Castilla para habitar el turiasonense, aunque mientras se concluía la edificación tuvieron que residir en el Palacio Episcopal. Finalmente, el 26 de julio de 1603, festividad de Santa Ana, las religiosas entraron al nuevo convento junto con otras siete monjas procedentes de familias destacadas de la ciudad. Este cenobio constituyó una fundación sufragada totalmente por el obispo Yepes: financió las obras, lo dotó de todo lo necesario y lo eligió como su lugar de enterramiento.
La iglesia, levantada por el maestro de obras de Tudela Juan González, consta de una sola nave de tres tramos sin capillas, crucero acusado en planta y cerrado por una media naranja ciega, cabecera plana y coro alto a los pies. La nave está cubierta por una bóveda de cañón con lunetos decorada por yeserías de pervivencia mudéjar que fueron declaradas Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés el 5 de noviembre de 2002. Está presidido por un retablo dedicado a Santa Ana, la Virgen y el Niño fechado a mediados del siglo XVIII, igual que los colaterales, que sustituyen a los primitivos ensamblados por Juan de Berganzo y dorados por Francisco Metelín y Juan de Varáiz, de los que se conservan algunos vestigios.
El conjunto arquitectónico refleja a la perfección las características que esta Orden intentaba plasmar desde 1600 en todos sus asentamientos de nueva planta, basadas en templos y claustros muy sencillos, con unas dimensiones muy determinadas, en los que predominan la austeridad, la pequeñez y la pobreza. Pese a esto, las referidas labores de yeso de la bóveda confieren a la iglesia un aspecto de cierta riqueza.